Miedo a volar.

Son las diez y media de la noche y por fin escribo la última entrada de la memoria. Todos estamos muertos de miedo con el resultado que nos saldrá mañana. Hemos ensayado mucho y esperamos que el resultado sea tan bueno como el que se espera. Nos hemos organizado para llegar a la escuela a las 12.30 para poder realizar un último ensayo antes de lanzarnos a la fama. Tendremos que echar a suerte con el otro grupo cuál de los dos presentará primero. Si he de elegir creo que prefiero que seamos los primeros, para quitárnoslo cuanto antes y que los nervios desaparezcan. Tenemos todo preparado: el vestuario, la escenografía, la puesta en escena y la coreografía. Entonces, ¿por qué aún seguimos sintiendo ese extraño cosquilleo? Posiblemente por el miedo al ridículo aunque debimos perderlo este primer año en la escuela o porque todo acto público siempre da algo de respeto. Además, trabajamos bajo la amenaza de que si sale bien debemos repetir el baile en el mercadillo. Una idea que no nos ilusiona en absoluto. Nadie va de amarillo para darnos mala suerte, aunque visto que yo voy de dorado es lo más parecido. Y de acuerdo con los demás acontecimientos y que la mala suerte parece estar siempre de mi lado no me extrañaría tener una caída momentánea.

Como dicen en el teatro: ¡mucha mierda!


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