Bello o fotogénico













Miedo a volar.

Son las diez y media de la noche y por fin escribo la última entrada de la memoria. Todos estamos muertos de miedo con el resultado que nos saldrá mañana. Hemos ensayado mucho y esperamos que el resultado sea tan bueno como el que se espera. Nos hemos organizado para llegar a la escuela a las 12.30 para poder realizar un último ensayo antes de lanzarnos a la fama. Tendremos que echar a suerte con el otro grupo cuál de los dos presentará primero. Si he de elegir creo que prefiero que seamos los primeros, para quitárnoslo cuanto antes y que los nervios desaparezcan. Tenemos todo preparado: el vestuario, la escenografía, la puesta en escena y la coreografía. Entonces, ¿por qué aún seguimos sintiendo ese extraño cosquilleo? Posiblemente por el miedo al ridículo aunque debimos perderlo este primer año en la escuela o porque todo acto público siempre da algo de respeto. Además, trabajamos bajo la amenaza de que si sale bien debemos repetir el baile en el mercadillo. Una idea que no nos ilusiona en absoluto. Nadie va de amarillo para darnos mala suerte, aunque visto que yo voy de dorado es lo más parecido. Y de acuerdo con los demás acontecimientos y que la mala suerte parece estar siempre de mi lado no me extrañaría tener una caída momentánea.

Como dicen en el teatro: ¡mucha mierda!


El engorroso efecto de la escenografía

Horrible es la palabra que define al proceso de la escenografía en este trabajo. Si había algo peor que la escenografía no lo conozco. Incapaces en todos los sentidos, faltos de inspiración y de ideas prácticas. No éramos ni del gutem tag ni del styling. A medida que pasaba el tiempo el trabajo se nos venía encima. Ideas alocadas o demasiado trabajosas para el escaso tiempo que teníamos y que se nos agotaba día tras día. Uno se convencía de una cosa y el otro se la echaba por tierra y así fueron avanzando los demás procesos del trabajo mientras que este permanecía en stand by.

Al principio propuse la idea de hacer unos botes de laca enormes en cada lado del escenario con el nombre del musical como marca de estas. Esta idea se negó por completo por la dificultad de conseguir el material y lo laborioso que eran únicamente esos dos detalles. Otra idea fue colocar miles de botes de laca haciendo un marco en la tarima del escenario. La idea fue desechada al instante. Otra idea más fue aprovechar el proyector para darle juego con la coreografía. Ocurrieron ideas como un karaoke o una imagen de una habitación amueblada como en aquella época. Se descartó porque podría desviar la atención o crear un horror vacui que molestaría al público. 

Finalmente, una vez se hizo el diseño de los flyers y de los carteles y viendo el material del almacen se decidió jugar con las formas geométricas y las tipografías que se mostraban en el diseño. La idea es la siguiente: 


Pavos reales y zapatos de tacón alto.



Es hora de presentar nuestra obra al público, de darles un pequeño anticipo que despierte su curiosidad, tanta como para que vengan a vernos los días del mercadillo de la escuela y que de esta manera consigamos mayor aprobación y mejores resultados.

La encargada en realizar los carteles y flyers del proyecto fue Paula Cutanda. No quiso abandonar la estética e historia del musical por lo que colocó medio rostro de la protagonista que ocupa la mitad del papel. Por otro lado está puesta la parte estrella de la canción del musical: Serifa, rifa, rifa. A medida que los ensayos avanzaban nos dimos cuenta que ninguno se sabía la letra excepto una parte. Quizás porque era pegadizo y es lo que mejor se entiende. Fuera lo que fuere esta parte es la de: "Y su serifa, rifa, rifa no me deja pensar". En la parte inferior el nombre del musical: Typespray y los días de la representación. Al final, el miércoles 27 de mayo no lo representamos. Gracias a Dios, ese fallo no fue nuestro. El lunes 25 de mayo algunos del grupo paseamos por la escuela repartiendo flyers a los alumnos y dándoles información para que se animaran a verlo. Para nuestra desgracia había muy poca gente en la escuela, la mayoría de los que estaban únicamente se encontraban allí para preparar el mercadillo.

Elogio acalorado de los pasos (II)

Evidentemente esto no acabó tan fácilmente. El tiempo se nos venía encima y aún quedaba más de media canción, era demasiado larga y no teníamos un final que impresionara. Por mucho que pensáramos ideas no llegábamos a ninguna parte, y era físicamente imposible aprenderse la otra mitad de la canción teniendo en cuenta que par ala primera parte habíamos dedicado casi un mes entero en ello y aún no la controlábamos a la perfección. De la desesperación comenzaron a aparecer ideas absurdas y gritos para que al menos continuáramos ensayando y no perdiendo el tiempo. Por obra y magia de lo absurdo alguien llegó a decir: "Bailamos la macarena, y ya está". Entre risas acabamos planteándonos aquella idea muy en serio. Un remix con la canción del musical elegido, para animar al público, hacerlo más ameno y cercano y conseguir un final inesperado.